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Una segunda etapa, signada por una defensa de la vigencia y bondades académicas del modelo por
parte de la comunidad xochimilca, en un ambiente en el que algunos profesores y autoridades de las
otras unidades y de Rectoría General expresaban abierta o solapadamente dudas, suspicacias, e in-
cluso críticas abiertas sobre su eficacia y viabilidad como modelo educativo y hubieron personas que
se inclinaban por su radical modificación. Esta etapa conflictiva tuvo muchas dimensiones, desde la
dificultad para entender y aplicar el concepto de integración de la docencia e investigación (que está
bien expresado en el documento , al analizar el debate que acompañó la selección de los objetos de
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transformación en donde se indica que la integración se debatió entre dos posturas “… dicho objeto
sólo podría denominarse de transformación, cuando el proceso de comprensión fuese sucedido por la
acción directa sobre el problema en la realidad”. Otra posición suponía que la transformación ocurre
sólo en dos niveles: el del sujeto como ente cognoscente y del objeto como ente conocido. La primera
de las perspectivas predominó sobre la segunda). Pero hubo otros elementos: el énfasis en el servicio
de la universidad a determinados grupos sociales, el compromiso con ciertos grupos. Como dice el
propio documento, en la misma Unidad se confundió la capacidad crítica con la posición ideológica .
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Además, el concepto de servicio fue para algunos profesores externos a la Unidad una actividad aca-
démica sin relevancia dentro de las funciones universitarias.
También en el ámbito administrativo se ganaron ciertas enemistades. Hubo en esta época un cierto
desenfado en la administración presupuestal de la Unidad. Año con año terminaban con déficit (cuan-
do otra, al menos, terminaba con superávit) y rondaba socarrona mente el desafío Xochimilca, ¿quién
y cómo se atreverían a cobrarnos ese déficit? Fue una etapa caracterizada por la confrontación entre
las Unidades y con Rectoría General.
En una tercera etapa se logró contar con indicadores cuantitativos suficientes para no sólo no poner
en duda el modelo, sino reconocer que claramente la docencia estaba arrojando mejores resultados,
contra la expectativa de muchos miembros que anhelaban encontrar que los egresados xochimilcas tu-
vieran un menor nivel de aceptación que los egresados de las otras Unidades, los resultados mostraron
que, al menos, tenían igual nivel de aceptación. Los indicadores de resultados de investigación (libros,
artículos) eran equiparables y en algunos casos mejores que los de las otras Unidades, los resultados
del “servicio” eran más altos, la difusión de la cultura tenía arraigo. No había manera, con base en
indicadores aplicados a las tres Unidades, de probar que el modelo Xochimilca estuviera dando malos
resultados. El modelo pasaba la prueba de experimentación y de suspicacia para convertirse en una
alternativa real y promisoria, e incluso arrojaba mejores resultados en algunas áreas.
Me parece que de la defensa del modelo sólo de los xochimilcas, se pasó a la aceptación del modelo
en la UAM, de la confrontación entre las Unidades se pasó a la complementación de modelos. Hay
una etapa de madurez pero también algunos aspectos no resueltos que están muy bien expresados
en el documento.
En segundo lugar, mencionaría algunas paradojas que se desprenden del documento.
Resulta acertado y revelador, que se afirme que la actividad individual tiene un marco de referencia
que es la planeación institucional y por tanto, ahí se ubica la libertad de cátedra. Expresamente dice:
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