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Por lo que leí en el libro aprecié que el Consejo Académico no haya hecho un elogio en abstracto
de la bondad del Sistema Modular sino que nos haya ofrecido el criterio de validación de su bondad
con referencia al criterio de su eficacia práctica para estimular la creatividad de los estudiantes, para
formarlos a la investigación, para desarrollar sus habilidades de pensar crítica mente (es decir, una idea
racional y no emocional o ideológica de la crítica), para la afirmación de su autonomía individual y su
responsabilidad social, cívicas . Este perfil de estudiantes sería, en la hipótesis del modelo universitario,
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el efecto o el resultado de nuestra acción colectiva educativa de organización modular alrededor de
objetos de transformación. Y como todo efecto, que es observable, mensurable, representa también el
criterio de medición de la eficacia y éxito del Sistema Modular. Es un planteamiento exigente, empíri-
camente resoluble, no de discusión abierta al infinito entre ideales educativos no susceptibles de mate-
rialización, Evidentemente esto implica que nuestro proceso educativo en la vida real de la Unidad esté
estructurado modularmente alrededor de objetos de transformación con enfoque interdisciplinario y
que sea operado por equipos colectivos, de profesores-investigadores, animadores y coordinadores
del hecho educativo.
Otro punto que llamó mi atención y que considero novedoso y agudo, por cuanto cuestiona la tradi-
cional separación entre funciones sustantivas de la universidad y la llamada función adjetivo adminis-
trativa o directiva, es la segunda hipótesis del modelo: la hipótesis de la integración de funciones . El
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modelo UAM-Xochimilco, sin asumir las posiciones debatibles y rollos sobre la democratización como
criterio del conocimiento (un híbrido recesivo al combinar lógica del poder y lógica del conocimiento)
y sin la proclividad a abanderar asambleísmos indiferenciados, se sostiene en el principio de la direc-
ción/gestión como una actividad integrada al proceso de docencia, investigación y servicio.
En esta perspectiva correcta, la autoridad universitaria, comenzando con la del profesor, pasando por
la de los directores y jefes de departamentos y divisiones y terminando con la autoridad del rector, es
considerada y requerida como una actividad empotrada en el proceso social de la educación: incor-
porada desde adentro “al modelo pedagógico y a su responsabilidad socíol” . La jerarquía universitaria
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existe, pero su organización y sobre todo su práctica no se presentan ni se argumentan como algo pi-
ramidal, trascendente al proceso educativo, como si fuera algo semejante al poder político o al mando
empresarial, sino que es el eslabón necesario integrado a una cadena de producción de conocimiento
y capital humano intelectual de valor social. Aunque no fue desarrollado, este principio institucional
u organizacional, que el libro nos recuerda y rescata, me sugiere las tesis contemporáneas de la go-
bernanza más que del gobierno, entendido el gobierno como un sistema más que como un centro
de mando y control, de organizaciones jerárquicas horizontales (modulares) y obviamente las tesis
gerenciales de la subsidiaridad, corresponsabilidad y la participación con sentido del conjunto. Creo
que en esto consiste la autonomía universitaria y son tesis muy cercanas a lo que hoy se llama “gestión
del conocimiento”, que implica otras formas de autoridad y gerencia.
Si en algo los autores muestran que no tienen psicología de predicadores y poseen capacidad autocríti-
ca es en el lúcido apartado “sobre los desafíos para el sistema modular”. Todo pensamiento estratégico
tiene que tener la capacidad de identificar las adversidades y desafíos que los nuevos tiempos repre-
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